Resulta
habitual en cualquier tertulia taurina que, antes o después, salga a
colación el recurrente asunto de los males que aquejan a la fiesta.
La escasez del público asistente a las plazas de toros suele ser uno
de los temas estrella. La mala organización, la falta de promoción,
la competencia del fútbol, los precios desorbitados... son los
culpables más señalados.
La
cruda realidad muestra que el problema va mucho más allá de todo
ello y tiene su raíz en la falta de afición. Habrá quien me tache
de pesimista o de agorero pero a los hechos me remito.