jueves, 3 de abril de 2014

Córdoba ya tiene Centro de Interpretación de la Tauromaquia



 En la Real Academia de la Lengua Española podemos encontrar la siguiente definición:

Museo: Lugar en que se guardan colecciones de objetos artísticos, científicos o de otro tipo, y en general de valor cultural, convenientemente colocados para que sean examinados.

Pues bien, para que pudiésemos aplicar esa definición, en lo que a la parte final se refiere, al recién inaugurado “Museo Taurino de Córdoba” habríamos de ser muy muy generosos, ya que son muy escasas las piezas que se pueden examinar de entre los extraordinarios fondos de que dispone el mismo. En la Casa de la Bulas encontramos más texto que carteles, más pantallas que objetos. Por lo tanto, atendiendo a su contenido, sería más adecuado denominarlo como un Centro de Interpretación de la Tauromaquia en Córdoba.

Dicho esto hay que decir que hay que felicitarse porque Córdoba cuente con un nuevo atractivo turístico. Además, dado su carácter pedagógico, este espacio, convenientemente gestionado mediante la concertación de visitas con centros escolares, potencialmente, puede ser semillero de futuros aficionados de los que tan necesitada está Córdoba. En esos aspectos hay que aplaudir la iniciativa.

Sin embargo desde el punto de vista de aficionado taurino me resulta un espacio frío, sin alma. La escasez de piezas museísticas expuestas hace que esté falto de ese magnetismo y ese misterio que envuelve a cada objeto que un día perteneció o estuvo íntimamente relacionado con las gestas de un hombre que el toreo elevó a la categoría de mito. Necesita ese fetichismo que convierta el lugar en un templo sagrado que atrae al aficionado local o foráneo con el único fin de rendirle culto a sus dioses taurinos.

Para el aficionado taurino cordobés que va a venerar a sus “Califas” resulta escaso un panel repleto de datos que se sabe de memoria y una proyección con fotografías mil veces vistas y grabadas en su retina. El aficionado cordobés necesita repasar en rancios carteles los datos que traen a su memoria tardes históricas, poder tener ante sí la cabeza desorejada de aquel toro con el que se fajó su torero, poder casi palpar las manchas de sangre, a veces de la bestia, a veces propia, que dejó el combate en el “vestío” de su ídolo.

El espacio destinado a exposiciones temporales nos hace albergar la esperanza de que, en un futuro, podamos disfrutar, aunque sea poco a poco, de la totalidad de los elementos que componen los fondos del museo.

Por otra parte, en los montajes videográficos (de espectaculares efectos, eso sí), se ha recurrido en exceso a toreros ajenos a esta tierra. Nada tengo contra Jerez, Granada o Sevilla, más bien todo lo contrario, pero...¿Acaso no habría sido más coherente ilustrar los textos de los montajes con imágenes de toreros cordobeses?¿No sería de justicia rendir pleitesía con esas imágenes a los diestros contemporáneos que pasean y han paseado en los últimos años el estandarte de Córdoba por todo el orbe taurino y que tan escaso protagonismo tienen en el museo?

El museo taurino de Córdoba acaba de iniciar su nueva andadura, confiemos en que, con el tiempo y la experiencia, se vayan reconduciendo aquellos aspectos del museo susceptibles de mejora de tal manera que sea capaz de aglutinar lo mejor posible los elementos necesarios para satisfacer a las distintas sensibilidades. Todo ello en aras de conseguir que sea, como siempre fue, un museo puntero en su especialidad y del que cualquier cordobés se sienta orgulloso.

1 comentario: