Los
brotes verdes apreciados en la feria taurina cordobesa de 2013
resultaron ser de flor de un día. La tormenta veraniega de “Los
Tejeros” ya hacía presagiar el diluvio universal que ahora, tras
una sucesión de despropósitos, descarga toda su ira sobre Los
Califas. El “Efecto Morante” supuso una cortina de humo que
impidió ver a tiempo lo que se avecinaba a pesar de que sucesivos
frentes nubosos hacían presagiar lo peor.
En
primer lugar comenzaron a sonar fuertes los goterones de rumores
sobre incumplimientos de contratos y falta de pago que ahora
se tornan en realidades. A continuación una fuerte granizada sacudió
a la afición cordobesa en forma de una desorbitada subida de los
precios de los abonos. Sin solución de continuidad hicieron
acto de aparición una sucesión de frentes nubosos compuestos por
rumores (la mayoría de las veces muy contrastados) de carteles de
ida y vuelta, cada vez más descafeinados e impropios del respeto que
merece Córdoba.
Paralelamente
a ello se iba gestando una ciclogénesis explosiva conforme se iba
ninguneando y maltratando en su contratación al que debía
ser (por trayectoria y por el momento que atraviesa) uno de los
pilares fundamentales de la feria cordobesa: Finito de Córdoba, el
cual, a ultimísima hora, quedó fuera de los carteles como fulminado
por un rayo procedente de un tornado del caribe venezolano.
Para
rematar toda esta sinrazón nos topamos de bruces con el huracán
provocado por la propiedad de la plaza de toros al paralizar la
presentación de los carteles de la desvergüenza y sacar a la luz
posibles incumplimientos de contrato con la consiguiente
posibilidad de rescisión a mes y medio vista de la celebración
de la feria.
Todo
este sainete absurdo hace que la quincuagésima feria de mayo que
acogerá (se supone) el Coso de Los Califas vaya a pasar a la
historia, y, de momento, no precisamente por nada bueno.
La
situación resulta caótica: un empresario desconocedor y
alejado de la realidad taurina de Córdoba, un gerente que ha
quedado totalmente desacreditado tras los detalles rebelados por
Finito en su rueda de prensa y habiendo dado muestras de incapacidad
en los meses que lleva al frente de la gestión y una propiedad
que no ha sabido o querido interpretar en su momento los hechos
desencadenantes de todo este esperpento y que ha reaccionado
excesivamente tarde provocando el desconcierto que ahora mismo reina
en Los Califas. Todo ello para vergüenza y desprestigio de la
ciudad de Córdoba y en especial para la Córdoba taurina.
Se
antoja complicado desliar la madeja pero lo que parece claro es que
se ha tocado fondo. Esta situación puede suponer el
puntillazo definitivo a los toros en Córdoba si no se pone punto y
aparte y se afronta la situación con valentía, dando un giro
radical a la forma de gestión de nuestra plaza de toros. Una
forma de gestión en la que, siguiendo el ejemplo marcado por Francia
y dejando a un lado los intereses particulares, esté mucho más
implicada la afición y se trabaje junto a profesionales serios y de
valía contrastada. Sólo así, partiendo de cero, pero con unión,
trabajo, imaginación y seriedad podrá renacer de sus cenizas la
Córdoba Taurina.
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