lunes, 7 de abril de 2014

La Grandeza del Toreo


Del fracaso al triunfo, de la tragedia a la gloria, de la depresión a la euforia. Esa es la grandeza del toreo, su capacidad para cambiar, apenas se conjuguen la valentía y el arte de un torero con la bravura de un toro, no sólo el destino de un torero que pasa a ser ídolo de masas, sino el estado de ánimo de miles de personas.

Y esta grandeza en todo su esplendor tuvimos la oportunidad de disfrutarla el pasado sábado en el Coso de Los Califas cordobés. Cincuenta temporadas después de que él mismo lo inaugurara se anunciaba en los carteles un mito viviente del toreo. Mucho tiempo transcurrido desde entonces.

Los esquemas de muchos se rompieron al ver la tablilla del peso: 452 kg. Aquello no era un eralito como muchos podían esperar. Podría pensarse que aquello era una temeridad, que, al fin y al cabo, se trataba sólo de un hombre a un mes de cumplir los 78 años. Pero no, se trataba del V Califa del Toreo, D. Manuel Benítez Pérez “El Cordobés”, uno de los más GRANDES (con mayúsculas), del toreo de todas las épocas. Y a bien que lo demostró. Apenas desplegó el capote, su firmeza de pies y quietud, el mando de sus brazos y su lucidez ante la cara del toro se encargaron de alejar los temores que atenazaban a la mayoría del público presente. Y a partir de ahí la satisfacción se apoderó de los tendidos. Los mayores reviviendo tiempos gloriosos, los más jóvenes descubriendo su personalidad arrolladora y un magnetismo sin igual propios de un personaje de leyenda. Y todos con la seguridad de estar viviendo una tarde histórica, inolvidable. Hubo más, y muy bueno por cierto, pero esa tarde el protagonismo era suyo. Y prueba de ello fue su apoteósica salida por la puerta grande, más de Los Califas que nunca, a hombros de los compañeros de cartel.

El toreo también tiene sus miserias. Y esas miserias eran las responsables de que al Coso de Los Califas entrasen muchos rostros tristes, consternados, con muestras de preocupación y desasosiego. Afortunadamente, una vez más la magia del toreo obró el milagro y a la salida del mismo sólo se apreciaban caras plenas de felicidad. Cosas de la grandeza del toreo.

Pero esas miserias siguen estando ahí. Y son el mayor peligro que acecha al toreo. Ojalá esas miserias se tornaran en sensatez, generosidad y honradez y los que manejan las riendas del mundo del toro tomaran conciencia de su responsabilidad porque de ellos depende el futuro de la fiesta y que los demás podamos seguir disfrutando de la GRANDEZA DEL TOREO.



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