Dos
meses hace ya que la plaza de toros de Córdoba está huérfana de
empresa arrendataria. Dos meses que no son dos sino seis, los mismos
que han transcurrido desde la suspendida rueda de prensa de
presentación de los carteles de feria 2014. Ahí se dictaminó que
la andadura de Ramguertauro S.L. por Córdoba no podía prolongarse.
No han
sido suficientes esos seis meses para que la sociedad propietaria
llegara a un acuerdo con algún empresario de garantías que se
quisiera hacer cargo de la regencia del Coso de Los Califas en las
actuales circunstancias. Un síntoma que ya de por sí da que pensar.
La cosa, hasta hace unos días, pintaba cárdeno oscuro.
Pero he
aquí que, de repente, por arte de birlibirloque, el cárdeno oscuro
se ha tornado en negro zaíno: Un técnico del ayuntamiento de
Córdoba ha dictaminado que la plaza de toros, un edificio de hace 50
años, no cumple la normativa del año 2013 y, por lo tanto, no
es apto para albergar espectáculos públicos.
“¿No
querías arroz? Dos tazas Catalina”. Si ya, de por sí, estaban
siendo complicadas las gestiones para encontrar un valiente, ahora,
con la espada de Damocles que supone la incertidumbre sobre la
posibilidad de celebrar espectáculos en el futuro creada por el
ínclito técnico y su informe, “La Búsqueda” se convierte en
“Misión Imposible”.
Como
diría el castizo: “esto no pasa na más que aquí”. Y
tendría razón. Resulta impensable que a alguien, Guadalquivir
abajo, se le pasara siquiera por la imaginación que en la centenaria
Maestranza sevillana se pudiese prohibir celebrar espectáculos
taurinos amparándose en que los antepasados maestrantes no tuvieron
en cuenta al construir su plaza la normativa parida en 2013.
Y ¿a
qué viene todo esto? ¿qué hay detrás del susodicho informe? Los
rumores se han desatado ¿Se trata de un técnico con afán de
notoriedad? ¿Responde a una estrategia trazada por los “antis”
desde la sombra? ¿Hay oscuros intereses inmobiliarios de por medio?
¿Se trata de cobrarse afrentas personales? Incluso hay quien,
socarronamente, comenta que cierto partido político “Podría”
haber desembarcado ya con antelación en el ayuntamiento cordobés, y
quien, con guasa, apostilla que a la sociedad propietaria le resulta
más rentable celebrar bodas en la plaza de toros que dar
espectáculos. El tiempo dará luz al tema. O no.
Sea
como fuere, lo que es incuestionable y motivo de preocupación para
los aficionados, es que a los enemigos de la fiesta, tan propensos
a la inventiva y la manipulación, con este informe se les ha
proporcionado una nueva arma arrojadiza a la que, sin duda, se
aferrarán con todas sus fuerzas para intentar cerrar nuestra plaza
de toros.
Y la
Córdoba taurina ¿Cómo va a reaccionar ante esto? ¿Se limitará a
desahogarse con las típicas soflamas de taberna? ¿Abandonará de
una vez su habitual indolencia y pasividad?
Hace
unos años algunos aficionados, a los que, desde un sector del
taurinismo envuelto en esos aires de suficiencia tan frecuentes en
este mundillo, se tildó de alarmistas, vaticinaron el peligro que se
cernía sobre Barcelona y San Sebastián. Desafortunadamente hemos
podido comprobar cómo ha terminado la cosa. Sería muy triste que
en nuestra Córdoba la historia, aunque con un guión distinto,
tuviera un mismo final. Atentos pues.
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