Resulta
habitual en cualquier tertulia taurina que, antes o después, salga a
colación el recurrente asunto de los males que aquejan a la fiesta.
La escasez del público asistente a las plazas de toros suele ser uno
de los temas estrella. La mala organización, la falta de promoción,
la competencia del fútbol, los precios desorbitados... son los
culpables más señalados.
La
cruda realidad muestra que el problema va mucho más allá de todo
ello y tiene su raíz en la falta de afición. Habrá quien me tache
de pesimista o de agorero pero a los hechos me remito.
En
fechas pasadas se celebró en La Carlota, organizado por la peña
taurina local, un bolsín taurino. Habría que buscar con lupa algún
fallo en la organización, ímprobos fueron los esfuerzos de los
peñista en la promoción del mismo y la fecha elegida perfecta:
tarde primaveral y sin competencia futbolística. La entrada
gratuita. Por si fuera poco se completó la jornada con una previa en
la que hubo demostración ecuestre, desfile de moda flamenca y un
espectáculo flamenco. ¡Hasta hubo paella gratis!.¡¿Qué más se
puede ofrecer?!
Cabría
aventurarse a pensar en un lleno a rebosar. Pues bien, la cruda
realidad es que la plaza de los Jardines Taurinos de El Pilar sólo
se ocupó en algo más de la mitad de su aforo. Los organizadores
deben estar satisfechos, pero el trabajo realizado, sin duda, merecía
una respuesta de público mucho mayor. Aunque duela decirlo la
escasez de aficionados taurinos quedó patente.
Sería
un error lamentarse sin más. Esta circunstancia, lejos de producir
desánimo debe suponer un acicate para perseverar y seguir trabajando
en pos de la fiesta, no sólo para la Asociación Taurina Carloteña
a la que hay que tomar como modelo a seguir, sino para cada una de
las peñas y aficionados taurinos. Debe servir para tomar conciencia
de que no sólo las empresas deben ser las encargadas de adoptar
medidas encaminadas a la promoción de la fiesta y la asistencia a
las plazas. Cada aficionado y cada peña deben ser los responsables
de fomentar sin desmayo en su entorno, de manera abierta, natural y
sin complejos, la afición por el toreo y promocionar el valor
cultural de la tauromaquia. Sólo así se podrá lograr que el
número de aficionados vaya en aumento y con ello que el futuro de la
fiesta esté garantizado.
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