viernes, 30 de mayo de 2014

Un Grito en el Desierto




Hay veces en las que a uno le quitan las ganas de todo, en las que le cuesta trabajo articular palabra. Pero quizás, en estas ocasiones lo mejor sea exteriorizar, sacar fuera los gatos que te revuelven las tripas. Y en esas andamos. Los acontecimientos acaecidos en los corrales del Coso de Los Califas hacen que estas líneas sean un desahogo más que una cavilación, un grito que clama en el desierto aún a sabiendas de su inutilidad. Porque llegado a este punto, uno ya se encuentra asqueado por el hedor nauseabundo que desprende la Córdoba taurina.

Despropósitos, vaivenes, improvisaciones, mentiras, rencillas, zancadillas, inquinas, descalificaciones, réplicas, contrarréplicas... Este es el manual de estilo seguido en la gestión taurina de nuestra ciudad, por los de ahora y por los de antes, por los de allí y por los de aquí, y que, si nada cambia, acabará por satisfacer los mejores sueños del peor de los antitaurinos.

Esta dinámica errática, en la que prima, ante todo y entre todos, la primacía de los intereses particulares a los generales golpea, una y otra vez, de manera incesante cual martillo pilón, tanto las ilusiones de la afición como la imagen de Córdoba, una ciudad que se está convirtiendo en antítesis de lo que siempre fue y debería ser por su tradición taurina.

El hartazgo, la indignación y la impotencia campan ya a sus anchas entre los aficionados. Muchos sucumbieron ya ante el continuo maltrato al que han sido sometidos durante años, otros están en trance de hacerlo. Milagroso es que, a pesar de ello y en los tiempos que corren, aún quede gente dispuesta a gastarse el dinero para ir al Coso de Los Califas. Y todavía hay quien culpa de la decadencia taurina cordobesa a la afición por no acudir a la plaza en la cantidad que debiera ¡Si es que....!



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