Ayer disfruté en el Coso
de los Califas como hacía tiempo que no lo hacía. Finito de
Córdoba, Manzanares y, en especial, Morante de la Puebla derramaron
por el albero califal toreo del caro. Fue una tarde que seguro pasará
a los anales de la Plaza de Toros de Córdoba como una de sus fechas
más destacadas.
Las musas acompañaron
a Morante durante toda la tarde y nos deleitó, tanto con el percal
como con la franela, con esa tauromaquia personal y única que le
brota de lo más profundo. Sus verónicas al ralentí, el
barroquismo de sus chicuelinas, sus derechazos llenos de cadencia,
sus naturales más naturales que nunca, la personalidad de sus pases
de pecho y sus adornos únicos e irrepetibles quedaron impresos en
nuestras memoria para siempre.
Ahora bien, ¿fue
merecedora del rabo la faena a Guasón?
¿Qué paso entonces?
Pues, como diría la otra, que se produjo una conjunción planetaria
que desbordó las emociones. El final de ensueño de la faena de
Morante acompañado de la muerte rápida y espectacular del morlaco
enardecieron los tendidos. Todo el mundo flameó sus pañuelos
pidiendo trofeos. Y el presidente, contagiado por la locura
colectiva, y sin hacerse de rogar, sacó 2 pañuelos de una tacada
provocando: que los partidarios acérrimos del torero (muchos de
ellos llegados desde tierras sevillanas) quisieran más todavía,
que muchos aficionados sintieran el deseo de vivir un momento
histórico (como de hecho ya lo era pero deseando que lo fuera más
aún), que el mucho público ocasional que acudió al coso gracias a
la buena labor realizada por la nueva empresa, viera la ocasión de
seguir agitando los pañuelos (que es lo que se hace cuando se va a
los toros y se pasa bien) y que muchos provenientes del recinto ferial (con
la “alegría” propia de ese lugar) se apuntaran a lo que fuera sin
más discernimiento. Y en estas que el señor presidente se deja
llevar por el éxtasis colectivo y olvidándose de su condición de
garante de la categoría del Coso de Los Califas, con todo lo que
ello supone, concede el rabo de Guasón.
Hay toreros (lo tres de
ayer, por ejemplo) y faenas (como las de ayer) que están muy por
encima de los trofeos cosechados, sin que la no consecución de éstos
resten un ápice la categoría de los mismos. Sin embargo, el prestigio de una plaza y su afición sí que se mide por la
ecuanimidad y rigor con que se conceden los trofeos. Creo que
ayer el señor presidente le hizo un flaco favor a la categoría del
Coso de Los Califas. No me imagino, ni a los aficionados madrileños
en las Ventas, ni a los sevillanos en la Maestranza (ni siquiera a los
que ayer lo pidieron aquí), pidiendo el rabo por la faena que ayer
realizó Morante al 5º toro de la tarde, ni a sus respectivos
presidentes concediéndolo ¿Ustedes sí?
Correcto, no puedo estar más de acuerdo.
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