Tuve ayer la oportunidad de presenciar
en directo la corrida del ciclo isidril en la plaza de Las Ventas. En
lo meramente taurino decir que fue un completo petardo ganadero. Y van...
Por lo demás todo un espectáculo el ambiente que rodea a una
corrida de campanillas en el epicentro taurino mundial. En los
tendidos la “crême de la crême” tanto taurina como
social, buenos aficionados llegados de distintos puntos de la
geografía nacional e internacional, turistas de las más variopintas
nacionalidades y otras personas de complicada adscripción. Y
luego el 7.
El tendido 7 de Las Ventas siempre ha
pretendido ser el abanderado del purismo en la Fiesta. Comparto
muchas de sus exigencias pero no sus formas. Si bien es necesario
defender la integridad de la Fiesta y manifestar el malestar por
los abusos, inhibiciones o malhacer a los que, desgraciadamente,
estamos habituados, no creo que la manera más adecuada de hacerlo
sea vociferando o mofándose mientras en el ruedo haya un astado y un
hombre jugándose la vida.
Me pareció del todo una falta de respeto intolerable y
lamentable que, mientras ”Finito de Córdoba” estaba intentando (y
lográndolo en algunas fases) sacarle algún partido al inválido
primero, desde el tendido se tocaran palmas de tongo y se parodiaran
los olés a cuentas de la flojera del “jandilla”. Estas personas
parecen olvidar que un toro, por muy mortecino que parezca, puede
herir (o algo peor) en cualquier momento. Me remito, por
proximidad en el tiempo, a la reciente cornada grave que le perpetró
a Rafael Cerro, el pasado 28 de abril y en esa misma plaza, un
novillo agonizante y mortecino tras un estoconazo en los rubios.
Hay otras formas de defender la
integridad de la fiesta. Tan sólo hace falta mirar un poco más allá
de los pirineos donde en la mayoría de las plazas se ofrece lo que
la afición demanda sin necesidad de “formar el pollo” en los
graderíos los días de corrida y mientras el torero se juega la
vida. Como diría el otro...Hace falta un poquito de “por
favor”; un poquito de “educación taurina”.
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