jueves, 10 de octubre de 2013

La Guerra Absurda de los "Ganaderistas"


Andan enzarzados “toristas” y “toreristas” en su enésima disputa dialéctica. Esta vez ha sido la corrida mansa y descastada que presentó Adolfo Martín en la última feria de otoño madrileña la que ha desatado la caja de los truenos. Se acusan unos a otros poco menos que de ser los causantes de las siete plagas bíblicas que acabarán en poco tiempo con la fiesta de toros.

Ni “toristas” ni “toreristas”. La denominación que mejor les va a ambos es la de “ganaderistas” pues, en realidad, sus actuaciones y acusaciones, muestran que no son partidarios de un toro con un comportamiento determinado sino de unos hierros concretos. Tanto unos como otros sólo ven las virtudes de “sus” hierros (aunque sólo las muestren de vez en cuando) y los defectos de los hierros de “la otra parte” (aún cuando no los evidencien). Ni unos ni otros quieren caer en la cuenta de que los cornúpetas de todas las ganaderías, las de una y otra facción, comparten defectos habitualmente, en especial la falta de casta.

Pues miren ustedes, qué quieren que les digan, yo me niego a entrar en esta polémica absurda y artificiosa que, a la postre, lo único que logra es crear división en tiempos en los que hace falta unión. Me niego a reducir la fiesta a un cuadro en blanco y negro en vez de disfrutar de la riqueza de toda la escala cromática. Y todo ello por planteamientos cortos de miras e intransigentes, preñados de demagogia e hipocresía, de algunos que quieren engordar su ego a base de sentar cátedra en esto de la tauromaquia y a los que se suman muchos que disfrutan nadando en las aguas revueltas de las discusiones, en las que se mueven como pez en el agua y a las que tan aficionados son muchos españoles.

TOREAR es dominar con una tela las embestidas de una fiera. Si, además, ese dominio se consigue con una expresión estética generadora de belleza estamos ante el súmmun del toreo.

El toro fiero, con mucho poder pero pegando “tornillazos” y “buscando” que sale en la mayoría de las ocasiones en las ganaderías que defienden unos no permite la expresión artística del toreo. Por otra parte, el toro muy noble con calidad en la embestida pero con falta de empuje que sale habitualmente en las ganaderías que propugnan los otros no transmite la emoción propia del peligro y el dominio. Tanto con uno tipo de toro como con otro el toreo queda incompleto. “Ser” de unos o de otros es renunciar a la plenitud del toreo. Para torear en plenitud se precisa un toro bravo con poder, movilidad, casta y clase en la embestida.

Me acuerdo de toros lidiados esta misma temporada con los que he disfrutado una barbaridad. Toros con etiqueta torista como “Golosino” (La Quinta), “Comino” (Cuadri), “Datilero” (Miura),... o de otros con etiqueta torerista: “Tramposo” (Domingo Hndez.), “Furtivo” (Garcigrande), “Pescadero” (Daniel Ruíz), “Verbenero” (Victoriano del Río).... Seguro que la mayoría hemos disfrutados con todos ellos. Entonces.... ¿por qué defender sólo una parte en vez de aspirar al todo?

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