Este es el eslogan de moda entre los partidarios del torero vizcaíno. Un torero, dicen, que viene para barrer y cambiar el orden establecido. ¡Ojalá!
Ya el año pasado dio serios toques de atención en numerosas ferias
pero es que esta temporada ha entrado de lleno en el circuito de las
grandes ferias y, hasta la fecha, en todas las que ha actuado, salvo en Nimes, ha tocado pelo.
Tarde a tarde y a base de valentía y verdad, lidiando con ganado
“del que pide los papeles”, está derrumbando, más que abriendo,
una puerta tras otra para ganarse un sitio en el olimpo de la
torería. Salvo accidente, que Dios no lo quiera, terminará la
temporada con más de 30 tardes en plazas de 1ª y 2ª categoría.
Muchas para los tiempos que corren.
Le falta un pequeño peldaño para llegar a la cima: compartir
cartel con las primeras figuras de manera habitual. Las ofertas para ello le llegarán más pronto que tarde y ése será el momento en el que se le presente un arduo dilema al que deberá dar respuesta: ¿Renunciará a las
ganaderías con las que ha conseguido sus triunfos a cambio de poder anunciarse
con los “mandamases” del escalafón? ¿Se acomodará al ganado
menos exigente que suelen lidiar éstos? o ¿será capaz de
imponer esos hierros, no del gusto de las figuras actuales, pero con
los que tanto luce su toreo?
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