Junio
ya es historia. Las aguas turbulentas con las que comenzó a resultas
del “no indulto” se fueron apaciguando poco a poco y la “calma
chicha” se ha apoderado de la Córdoba taurina. Sin perspectiva
alguna de poder volver a Los Califas hasta el próximo año el
ambiente taurino de la ciudad parece haber entrado en estado de
letargo con el aumento de las temperaturas.
En
alguna que otra tertulia, medio de vino de por medio, se recuerdan
los pretéritos festejos de promoción nocturnos en los meses
veraniegos como vía alternativa para matar el gusanillo. Pero no nos
engañemos, los tiempos cambian y los hábitos del personal también
y, compromisos cinematográficos aparte, se antoja muy complicado
llevar gente al coso de Ciudad Jardín en tiempo de parcelas y paseos
marítimos. El termómetro manda. A pesar de ello no estaría de más
echar una miradita Guadalquivir abajo, donde, neveras y viandas de
por medio, han sabido tocar las teclas adecuadas para atraer al
público al coso del Baratillo en el mes de julio con festejos de
este tipo.
La
abstinencia hasta la próxima primavera se antoja demasiado larga. Ni
siquiera nos queda septiembre, otrora mes taurino en Córdoba,
oasis donde el aficionado aplacaba su sed de toros hasta el año
venidero. En un mes donde la ciudad retoma la normalidad y los
termómetros se relajan algún festejo con los protagonistas más
destacados de una temporada abocada a su final de seguro tendría
buena acogida. Pero claro, eso supone conocimiento, esfuerzo y
riesgo, y lo mismo los protagonistas elegidos no son ya los más
adecuados para desempeñar ese guión.
En
estas calendas veraniegas, con media España en fiestas, se recuerdan
palabras que suenan más que nunca a fuegos de artificio. ¿Acaso lo más indicado para el fomento de la lectura es mantener
cerradas las bibliotecas? Pues eso. Y es que ya se sabe, quien mucho
abarca...
Toca
travesía en el desierto y el termómetro parece confirmarlo.
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