Puede
que una de las cosas más ilusionantes que regale la vida sea el
inicio de un nuevo amor. Nuevas expectativas, nuevos proyectos,
nuevas ilusiones... Y todo ello compartido con otra persona en quien
se deposita una confianza plena.
Sin
embargo, cuando un miembro de la pareja ha sufrido con anterioridad
de mal de amores, las cicatrices que recuerdan el dolor de una
aventura previa pueden suponer un freno para una entrega absoluta
desde el primer momento.
Se hace
imprescindible en estos casos una relación mucho más intensa de lo
habitual, un permanente intercambio de pareceres, una sucesión
continua de pequeños detalles, de pequeñas muestras de amor.
De no
ser así se corre el riesgo de que las heridas anteriores no suturen
bien y con el paso de los días comiencen a supurar borbotones de
desconfianza. Y con ella sobrevendrá la aparición de fantasmas. Y
comenzará a dársele importancia a aquel comentario malintencionado
de la vecina que murmuraba que se trataba de un amor de conveniencia.
Y los celos harán de las suyas en cada viaje de trabajo, en cada
ausencia. Y el desencanto enraizará en la nueva relación casi antes
de comenzar.
Por
ello, y porque es más fácil fortalecer un amor desde primera hora
que intentar reconstruirlo pasado el tiempo, es conveniente cortar de
raíz cualquier atisbo de dejadez, de desinterés, aunque la realidad
sea otra, porque, como se suele decir, “además de serlo hay que
parecerlo”.
PD. Por
si hay algún despistado: Esto sigue siendo un blog taurino.
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