Esta Córdoba milenaria parece que no aprendió la lección cuando, después de ser capital del mundo en tiempos del Califato, éste se disgregó en pequeños reinos de Taifas que, victimas de sus ambiciones particulares, fueron incapaces de aunar esfuerzos para luchar contra el enemigo común y acabaron desapareciendo uno tras otro en poco tiempo.
Me da
la impresión de que gran parte de la sociedad cordobesa se quedó
anclada en aquellos tiempos. En muchos ámbitos, el avance de la
ciudad se ve frenado por una sucesión de intrigas, luchas de egos,
afanes de protagonismo, ambiciones e intereses personales que
recuerdan más las luchas fratricidas de los pequeños reinos de
taifas que al imponente califato cordobés. Y, como no, la Córdoba
taurina no escapa a esta rémora.